Por nuestra cuenta

Por nuestra cuenta. Memorias de Miriam Katin, de Miriam Katin (Ponent Món)

Miriam Katin nació en Budapest en 1942, en el seno de una familia judía. En plena Segunda Guerra Mundial, su padre estaba luchando en el ejército húngaro y ella vivía con su madre. Hungría había formado parte del eje y había luchado contra la Unión Soviética al lado de Alemania, pero simultáneamente estaba negociando su rendición con los aliados. Ante esta situación, Hitler decidió invadir el país magiar en marzo de 1944.

Es en esta fase de la contienda cuando se inicia el relato de Miriam Katin, en que narra cómo ella y su madre consiguieron escapar a la persecución nazi y a la deportación hacia los campos de exterminio – más de 400.000 judíos húngaros fueron llevados a Auschwitz -. Pese a que son las memorias de la autora, la gran protagonista de la obra es su madre: Esther Levy. Las situaciones que tuvo que afrontar fueron terribles, pero se sacrificó constantemente para tratar de salvaguardar el bienestar de su hija. Cualquiera se hubiera rendido y hubiera dejado de luchar, pero su capacidad de sacrificio fue infinita.

Miriam Katin construye el cómic a partir de dos lineas temporales: por un lado, en las páginas en blanco y negro nos sitúa en 1944 y somos testigos de las desventuras que vivieron ella y su madre para huir de la persecución nazi; y por el otro, en páginas con un bello color, nos traslada a finales de los años 60 e inicios de los 70, a su exilio norteamericano, donde asistimos a las reflexiones de la propia Miriam Katin sobre la religión, la memoria y la formación de su identidad.

Hasta el año 1944, Budapest había quedado alejada del frente y Esther Levy y su hija Miriam habían podido llevar una vida relativamente tranquila. Todo cambió con el avance alemán, que trataba de ocupar el país para intentar frenar a las tropas soviéticas. Con la Solución Final a pleno rendimiento, la numerosa comunidad judía húngara estaba en peligro. Al inicio del cómic, Miriam Katin nos muestra los pequeños y dolorosos cambios que tuvo que afrontar su madre: la entrega de su mascota – los perros tendrán un papel destacado en el relato -, la realización de un inventario con todas sus posesiones y, por último, el abandono del piso donde vivían.

A partir de este momento, gracias a la habilidad y al instinto de supervivencia de su madre, ambas consiguieron escapar en diversas ocasiones a su fatal destino. Esther Levy consiguió documentación falsa para ella y su hija y pudieron trasladarse al campo, donde teóricamente iban a estar más seguras. Allí se hicieron pasar por una sirvienta gitana y su hija y tuvieron que hacer frente a situaciones terribles. La persecución hacia los judíos era implacable; las sospechas que se cernían sobre ellas y su nueva identidad eran constantes; y la sensación de desamparo e inseguridad eran permanentes.

Ante situaciones desesperadas los seres humanos reaccionamos de formas muy diversas y el cómic refleja esta amplitud de respuestas: campesinos que se desviven por ayudarlas, gente que trata de aprovecharse de ellas o personas que simplemente las rechazan. El miedo, el odio y la muerte están siempre presentes. Miriam Katin y su madre consiguieron ir superando terribles obstáculos, siempre con la esperanza de salvarse y encontrar a su padre. La autora consigue transmitir la continua sensación de pérdida y la impotencia de su madre, que en ocasiones se veía superada por los acontecimientos.

A nivel propiamente histórico es interesante detenerse en un momento tan complejo como la llegada del ejército rojo a Hungría, que liberaba al país del nazismo, pero al mismo tiempo imponía un nuevo régimen. Además, el cómic reconstruye con acierto la Europa destrozada por la guerra, con cientos de miles de personas que buscaban a sus seres queridos y millones de desplazados que trataban de llegar a sus lugares de origen.

Más allá de los hechos en sí, otro aspecto muy atractivo de la obra son las reflexiones de la Miriam Katin adulta. La relación con su propia hija y su forma de educarla hacen que se plantee muchas cuestiones relevantes. El diálogo que la dibujante establece entre su infancia y la de su hija es muy estimulante. El papel de la religión en su vida, con constantes referencias a lo largo del relato, es fundamental para comprender su evolución personal.

El dibujo aparentemente sencillo de Miriam Katin es muy expresivo y tiene una gran efectividad. El blanco y negro de la mayor parte de las páginas se adapta a la perfección a la reconstrucción de la memoria que lleva a cabo la autora. El trazo expresionista y los juegos con la luz y la sombra nos trasladan a los duros momentos que la dibujante recrea. El contraste con las páginas a color, que muestran una época más amable, es una herramienta muy bien utilizada por Katin. A nivel formal no hay elementos especialmente llamativos, pero todo el aparato gráfico está al servicio de una historia tan potente, que los artificios no son necesarios.
En los últimos años han sido bastantes los cómics que han recuperado la memoria histórica de diversos conflictos. Generalmente, los autores y las autoras han narrado las experiencias de sus progenitores – Art Spiegelman, Antonio Altarriba, Miguel Gallardo… -, pero en Por nuestra cuenta, la propia Miriam Katin es parte fundamental del relato. A pesar de que era una niña muy pequeña y prácticamente no tiene recuerdos sobre los hechos, las conversaciones con su madre y las cartas que ella había escrito a su padre le han permitido reconstruir su historia. El cómic es también, obviamente, un homenaje a su madre y a tantas mujeres valientes que lucharon y sobrevivieron a los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el nazismo. Honor y memoria.

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