La misión de Alou

La misión de Alou. Una maternidad roja, de Christian Lax (Ponent Mon – Louvre Éditions)

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El cómic histórico abarca innumerables lugares y épocas, desde la prehistoria hasta el pasado más reciente en cualquier lugar del mundo. Entre todas las opciones disponibles, la historia contemporánea de África es una de las que más despierta mi interés. Tras siglos de esclavitud y colonialismo, que destruyeron buena parte del legado cultural propio del continente, la consecución de las independencias a partir de finales de los años 50 del siglo pasado inauguraba una nueva etapa llena de esperanzas. Dadas la complejidad y la diversidad del continente, recordemos que África no es un país, sería necesario un análisis exhaustivo para poder extraer conclusiones sobre las últimas seis décadas de su historia y comprobar si relamente se han cumplido esas esperanzas. Sin embargo, salvo en contadas excepciones, la guerra, la desigualdad, el saqueo de recursos, el autoritarismo político y la intolerancia religiosa han marcado la vida de buena parte de las africanas y los africanos. 

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En La misión de Alou, Christian Lax nos traslada a una de las regiones de África que más ha sufrido en los últimos años: el Sahel, en concreto al norte de Mali. Allí, el joven Alou, el protagonista del cómic, es atacado por los radicales islamistas que asolan esta zona de su país. De forma fortuita, Alou encuentra una pequeña estatua de madera de color rojizo y decide llevársela a un hombre sabio, el Hogón, quien le encarga una difícil misión: llevar la estatua hasta el Museo del Louvre para protegerla y evitar que caiga en manos de los radicales, que con total seguridad la destruirían.

Así se inicia el viaje de Alou, quien deberá cruzar el desierto, superar la inestabilidad de Libia, navegar hasta Lampedusa y desde allí cruzar Italia y trasladarse hasta París para poder cumplir con su objetivo. El veterano dibujante francés recrea de forma muy veraz la terrible odisea que cada año llevan a cabo miles de subsaharianos para tratar de llegar a Europa, donde esperan acceder a una vida mejor que la que tienen en sus países de origen. La crudeza de esta parte del relato obliga a la reflexión y a cuestionarnos algunos de los tópicos que repiten reiteradamente los medios de comunicación. La constante deshumanización y el peligro que acecha en cualquier momento convierten al viaje hacia Europa en una experiencia traumática que en muchos casos acaba siendo trágica.

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Una vez Alou llega a la capital francesa, cuando parece que por fin su odisea ha finalizado, el joven maliense choca de nuevo con la terrible realidad: dificultades inmensas para ver reconocido su derecho de asilo, condena a vivir en la calle, ataques de la extrema derecha, preocupación cotidiana para poder comer, ducharse y acceder a unas mínimas condiciones de vida. Está a la puertas del Louvre, pero él es un nadie. Conseguir que algún trabajador del museo le preste atención será la última prueba hercúlea que deba afrontar. Por suerte, también hay gente que se preocupa por su bienestar y el del resto de sus compañeros, de modo que Alou no se encontrará tan solo.

El cómic original, publicado en España por Ponent Mon, es una coedición entre Futuropolis y Louvre Éditions, de modo que el emblemático museo parisino es una pieza fundamental en la trama. Lax relata de forma muy didáctica cómo es el trabajo de recepción de una obra de arte y el proceso que se sigue para incluirla en la colección del museo. El contraste entre las condiciones en que están las piezas artísticas y las que sufren Alou y el resto de africanos que viven literalmente debajo de un puente es evidente y nos golpea de forma directa. Pese a ello, es muy interesante conocer los vericuetos de una institución tan impresionante.

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No conocía los anteriores trabajos de Christian Lax, pero su labor en este cómic me ha encantado. Su dibujo, marcadamente pictórico, se adapta perfectamente a la diversidad de escenarios que recrea, desde la región desértica en que vive Alou hasta el gris París hivernal, pasando por las grandes montañas italianas o la inmensidad del Mediterráneo. En este sentido, es imprescindible detenerse en las páginas centradas en la travesía marítima, ya que mediante grandes viñetas sin texto, el autor francés consigue transmitir de forma muy emotiva la soledad y el miedo que viven los personajes. Las composiciones de página, bastante tradicionales, se rompen con la inclusión de grandes viñetas que ayudan a variar el ritmo de lectura y que retratan paisajes de gran belleza. El uso del color también es muy efectivo, puesto que el blanco y negro con tonos azulados que domina el cómic se ve interrumpido por el color de la maternidad roja que traslada a Alou, de forma que siempre somos testigos de su paradero.

La misión de Alou. La maternidad roja es, en definitiva, un muy buen cómic. Una trama bien construida y con buen ritmo, un dibujo muy trabajado y sobretodo la inclusión de muchos elementos que nos permiten reflexionar sobre el mundo que estamos cronstruyendo conforman una obra redonda. Los extras incluídos al final del cómic son especialmente interesantes, con una emotiva crónica del autor sobre el proceso de elaboración de la obra y dos textos que permiten conocer el Departamento de Artes de África, Asia, Oceanía y las Américas del Museo del Louvre y la maternidad original que inspiró a Lax para crear el cómic. La cuidada edición de Ponent Mon es el colofón perfecto a una gran lectura. No os lo perdáis. 

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