Siempre tendremos 20 años

Siempre tendremos 20 años, de Jaime Martín (Norma Editorial)

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Tras muchos meses de inactividad, retomo las reseñas con el nuevo trabajo de Jaime Martín. Después de retratar las experiencias de sus abuelos en Jamás tendré 20 años y las de sus padres en Las guerras silenciosas, en Siempre tendremos 20 años el dibujante catalán recupera su propia memoria. Personalmente, era uno de los cómics más expectación me generaban de todo el año y su lectura ha cumplido sobradamente con mis altas expectativas.

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Como ya había conseguido en sus obras mencionadas anteriormente, Jaime Martín nos habla de su familia y de su vida para narrar la vida de toda una generación. En Siempre tendremos 20 años son los hijos del baby boom de los años 60 quienes protagonizan el cómic. El dibujante de L’Hospitalet no solo se centra en la historia de la periferia de Barcelona, extrapolable a la mayoría de ciudades españolas de la época, sino que también nos muestra el mundo del cómic desde dentro. Sobre estos tres ejes, la historia de España, la vida personal y familiar de Martín y la evolución de la industria del cómic desde los años 80, el autor construye un relato apasionante.

La estructura narrativa del cómic es sencilla, ya que la trama está dividida en cinco capítulos, además un prólogo y un emotivo epílogo, que siguen en orden cronólogico la vida del protagonista. El primer capítulo se centra en la infancia de Jaime Martín, de forma que somos testigos del final de la dictadura y de la transición a la democracia. La visión infantil del Jaime de esa época se centra especialmente en dos aspectos: la educación, con las grandes diferencias existentes entre los colegios públicos y los religosos como cuestión central; y la lucha política de la que sus padres, militantes del PSUC, formaban parte. La realidad social de su barrio era muy dura, pero el dibujo permitió a Martín integrarse y ser aceptado.

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El segundo capítulo habla de la década de los 80 de forma cruda, desde una perspectiva muy alejada del maquillaje edulcorado con el que muestra esos años la visión nostálgica más habitual. Las drogas y la violencia tienen un papel central en este capítulo, pero son la amistad, la música y los inicios como dibujante profesional los aspectos que acabarán perdurando en la vida del protagonista. A continuación, el capítulo más breve relata algo que las generaciones más jóvenes no hemos conocido: el servicio militar obligatorio. En plena juventud, cuando uno estaba empezando a tomar sus primeras decisiones para iniciar una vida ya por fin autónoma, el ejército llamaba a tu puerta. Gracias a las diversas experiencias que tuvieron sus amigos y sus hermanos y a la suya propia, Martín retrata el trágico panorama con el que se encontraban los jóvenes españoles. 

La llegada a la vida adulta es el elemento central del cuarto capítulo. La precariedad laboral y la alienación que ésta provoca afectaron gravemente al entorno más cercano a Jaime Martín y por ello estas son las páginas más duras del cómic. En el caso del propio Martín, esta es la época en que empezó a trabajar en El víbora y las viñetas en que muestra la redacción y sus primeras historietas harán las delicias de los amantes del medio. Por último, el quinto episodio es el que recorre un periodo más extenso, ya que llega prácticamente hasta el presente. El alejamiento de las amistades, el funcionamiento del mercado del cómic y la crisis económica de 2008 atraviesan estas últimas páginas.

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El aspecto gráfico de la obra, como no podía ser de otra manera, es de un nivel excelente. Jaime Martín se ha mantenido fiel a su estilo, con unos personajes muy expresivos y un cuidado realismo y ha conseguido recrear con acierto las diferentes épocas en las que transcurre la acción. El uso del color, que rememora el cine de la época, está muy trabajado. Vale la pena detenerse a observar con atención los fondos de las viñetas, ya que su uso narrativo a lo largo del cómic es una constante. El retrato de los descampados y los quinquis de los años 80; de la Barcelona preolímpica y del mundillo de los conciertos de heavy metal permitirá a quienes vivieron esos años viajar en el tiempo. A quienes no los vivimos, la exhaustiva documentación, hasta del más mínimo detalle, conseguirá que conozcamos buena parte de nuestras raíces.

Para finalizar, es necesario destacar los anexos que incluye esta primera edición de Norma (con una lámina de regalo, por cierto). En primer lugar una extensa cronología con los hechos más destacados del periodo 1975 – 2014, con especial atención a los grandes acontecimientos históricos a nivel nacional e internacional, pero también a aspectos culturales y tecnológicos. El mundo del cómic y la propia vida del dibujante tienen su espacio, de manera que podemos situar con facilidad todo lo narrado en Siempre tendremos 20 años. Como colofón, las fotografías del primer estudio de Martín, la colección de pegatinas de su padre y las fotografías con su familia y sus amigos, consiguen que tengamos una vivencia aún más real.  Jaime Martín lo ha vuelto a hacer. Siempre tendremos 20 años es de lectura obligatoria.

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