Guantánamo Kid. La historia verdadera de Mohamed El-Gorani, de Tubiana y Franc (Norma Editorial)
Mohammed El-Gorani tenía 14 años cuando cuando fue detenido por las fuerzas de seguridad de Pakistán tras los atentados del 11S. Después de una oscura transacción, el ejército de los Estados Unidos lo trasladó a Guantánamo acusado de formar parte de Al Qaeda. Estuvo allí ocho años hasta que un juez norteamericano lo declaró inocente. Tras su puesta en libertad, el joven de 22 años estaba marcado por su encarcelamiento y aún tenía que afrontar multitud de problemas para poder iniciar su propia vida. El periodista Jérôme Tubiana conoció su historia y decidió narrarla en forma de cómic. De la mano del dibujante Alexandre Franc ha trasladado a las viñetas sus conversaciones con El-Gorani, que permiten conocer las condiciones de un lugar tan famoso y al mismo tiempo tan desconocido como el penal de Guantánamo. El cómic, publicado por Norma Editorial, cuenta con el apoyo de Amnistía Internacional.
Mohammed El-Gorani, de origen chadiano, vivía con su familia en Medina, una de las ciudades sagradas de Arabia Saudí. Su infancia fue bastante dura y para buscar un futuro mejor decidió viajar a Pakistán, donde podría estudiar informática e inglés. Tras los atentados de las Torres Gemelas, el gobierno de George W. Bush inició su guerra contra el terror en Afganistán. Según el relato del propio El-Gorani, las fuerzas de seguridad de Pakistán vieron en la captura y posterior venta de ciudadanos saudíes o afganos una forma sencilla de contentar a su aliado norteamericano y al mismo tiempo de obtener un beneficio económico sin luchar contra los talibanes en sus bastiones de la zona fronteriza entre Afganistán y Pakistán. Uno de los damnificados de tan terrible decisión fue el protagonista del cómic, quien tuvo la mala suerte de haber falsicado la edad de su documentación y pese a que tan solo tenía 14 años de edad fue tratado como si fuera adulto.
El grueso del cómic se sitúa en la cárcel de Guantánamo y se centra en las condiciones que padecían allí los prisioneros. Pese a su juventud, El-Gorani se mostró siempre como un preso combativo que trataba de mejorar su propia situación y la de sus compañeros. Las diversas técnicas de tortura que utilizaban los guardias y las protestas de los internos se combinan para que la narración avance de forma muy fluida. Episodios muy llamativos son el uso de música a todo volumen, las dificultades para conseguir un abogado, los diversos actos de protesta coordinados por los prisioneros o las brutales intervenciones de El equipo. Al mismo tiempo, el cómic muestra el crecimiento del protagonista, quien se ve obligado a convertirse en adulto a marchas forzadas. Sus relaciones con los diversos guardias le permiten tomar conciencia, entre otros aspectos, de la desigualdad racial existente en Estados Unidos; pero es su contacto con el resto de prisioneros los que hacen que su personalidad evolucione.
Tras conseguir ser declarado inocente, la odisea de Mohammed El-Gorani no finalizó. Arabia Saudí, país en el que había nacido y donde residía su familia, se negó a acogerlo arguyendo que su origen chadiano imposibilitaba su reconocimiento como ciudadano saudí. Era inocente, como demostraban los documentos judiciales que eran su única posesión de valor, pero su vida estaba totalmente marcada por su injusto encarcelamiento. Su periplo por diversos países africanos es narrado por Tubiana y Franc en la parte final a la obra. Si alguien estuvo alguna vez en el momento más inadecuado en el lugar más inadecuado, este fue sin duda Mohamed El-Gorani. Los Estados Unidos, el supuesto paraíso de la libertad, mantenían – y aún mantienen – a cientos de prisioneros en un limbo legal donde la Convención de Ginebra no se aplica.
Uno de los aspectos más interesantes del cómic es la inclusión de documentos que demuestran la veracidad de lo que Mohamed El-Gorani relata a Jérôme Tubiana, como los informes de los guardias de Guantánamo o fragmentos de las sentencias judiciales. Es una historia narrada desde un punto de vista totalmente subjetivo, y por este motivo es tan importante la exhaustiva documentación que incluyen los autores, así como el texto final en el que Jérôme Tubiana relata la forma en la que conoció a Mohammed El-Gorani y sus peripecias tras conseguir la libertad. El cómic configura un documento histórico de primer orden para conocer uno de los lugares más controvertidos del planeta.
El apartado gráfico de Guantánamo Kid me causó cierta perplejidad en un primer momento. Una historia tan dura contrastaba con un dibujo bastante caricaturesco, pero pese a ello, a las pocas páginas ya me había hecho al dibujo de Alexandre Franc. Composiciones de página muy fluidas y variadas dotan de dinamismo al relato y permiten que los fragmentos con más texto se lean de forma ágil. El uso del blanco y negro es muy efectivo para recrear la sensación de encierro de Guantánamo y permite mostrar de forma muy clara las diferencias raciales de los diversos personajes que tanto influirán en el desarrollo del cómic. Sin buscar ningún tipo de realismo, los dibujos de Franc, acompañados puntualmente de mapas o diagramas, consiguen que nos hagamos una idea bastante clara de la prisión y de sus protagonistas.
Guantánamo Kid ha sido una muy grata sorpresa para mí. Todos creemos conocer la realidad de Guantánamo por las noticias y reportajes que vimos hace años en los medios de comunicación, pero el relato en primera persona de Mohammed El-Gorani va mucho más allá. Entidades como Amnistía Internacional denunciaron insistentemente que en Guantánamo se vulneraban los derechos humanos, pero en muchos casos la indiscutible culpabilidad de los prisioneros hizo que miráramos para otro lado. Jérôme Tubiana y Alexandre Franc han utilizado el poder del cómic para dar un puñetazo en la mesa y conseguir nuestra atención sobre cuestiones que ya parecen olvidadas, pero aún marcan el devenir político de nuestros días. Una de las intenciones de este blog es dar a conocer obras que nos hagan reflexionar sobre nuestro pasado y, sin duda, Guantánamo Kid lo consigue.
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