Arde Cuba

Arde Cuba, de Agustín Ferrer Casas (Grafito Editorial)

La Revolución Cubana es uno de los acontecimientos históricos fundamentales para comprender el devenir del siglo XX en América Latina. Tras conseguir la independencia de España en 1898, Cuba se había convertido en un estado prácticamente controlado por los Estados Unidos. A partir de los años 40, bajo la dictadura de Fulgencio Batista, la situación de la isla se hizo insostenible para buena parte de los cubanos. El turismo sexual, el juego y el dinero de la mafia y las multinacionales norteamericanas habían embrutecido el clima que se vivía en la isla y habían provocado la reacción: una revolución popular.

Es en este contexto, en el año 1958, donde nos sitúa Agustín Ferrer Casas en Arde Cuba. Los protagonistas de la obra son Errol Flynn y Frank Spellman, un fotógrafo con experiencia en la Guerra Civil, que acompaña al famoso actor. Flynn, muy popular en Cuba por sus éxitos cinematográficos de las décadas de los 30 y los 40, está en una situación económica complicada y acepta un encargo muy lucrativo: realizar una entrevista a Fidel Castro en Sierra Maestra.

Cuando Flynn y Spellman llegan a La Habana, la inestable situación política del país les complica las cosas. El régimen de Batista se empieza a desmoronar y diversos personajes, conocedores de la misión de los protagonistas,  tratan de influir en ellos. La embajada norteamericana y la United Fruit Company los visitan con el objetivo de hacer llegar su mensaje y así ganarse el favor de los guerrilleros que previsiblemente gobernarán la isla en el futuro. En cambio, las visitas de la mafia tienen otra intención: evitar su viaje a las montañas. Si triunfan Fidel Castro y sus compañeros, peligran los negocios de gente como Meyer Lansky y sus socios.

La influencia del cine y la literatura policíacas en el cómic es evidente, y de la mano de Spellman vamos descubriendo los intereses oscuros que se ciernen sobre él y Flynn. Junto con la trama principal, Ferrer Casas consigue hacernos testigos de la situación de la Cuba de Batista. El lujo convive con la miseria, la corrupción campa a sus anchas y el pueblo cubano padece las consecuencias. La fascinación que provocaba La Habana a los norteamericanos de esa época está muy presente en el cómic, pero si observamos con atención, podemos ver la cara oculta de la ciudad.

 

En la segunda parte del cómic, Spellman y Flynn consiguen llegar a Sierra Maestra y conocer a los líderes revolucionarios. Gracias a unos cuidados diálogos, el autor consigue transmitir las ideas de los hermanos Castro y de Camilo Cienfuegos, un personaje de gran importancia en la trama, y al mismo tiempo nos presenta la situación bélica desde el punto de vista de los insurgentes. Otro aspecto destacado de la Revolución, que el cómic refleja de forma muy efectiva, es el importante papel que llevaron a cabo las mujeres.

La historia que narra Agustín Ferrer Casas combina elementos reales y ficticios de una manera muy interesante. Como explica en el epílogo, aprovecha los vacíos históricos para completarlos con hechos verosímiles, pero de propia creación. El ejemplo más claro es el propio Frank Spellman, inspirado libremente en John McKay, el verdadero fotógrafo que acompañó a Errol Flynn. La combinación de realidad y ficción funciona adecuadamente y permite al autor recrear el contexto histórico con detalle, pero al mismo tiempo crear una trama trepidante.

La parte gráfica del cómic está muy trabajada. Los personajes reales están muy bien caracterizados y son perfectamente reconocibles, pero donde brilla realmente el dibujo de Ferrer Casas es en la forma en que retrata La Habana. Los edificios, los vehículos y algunos de los lugares más emblemáticos de la capital cubana muestran el dominio técnico del dibujante y la gran labor de documentación llevada a cabo. Otro elemento muy destacado de la obra es el uso de viñetas que se escapan de sus bordes y el juego entre el color y el blanco y negro en esas escenas. Este recurso refuerza la idea de estar ante hechos verídicos que suceden en un escenario real, que va más allá de las propias viñetas. Por último, las fotografías que dibuja Ferrer Casas, con el característico sepia de las imágenes antiguas, confiere aún más veracidad a la narración.

Arde Cuba es un cómic realmente interesante. Se acerca a unos hechos bastante conocidos, pero de una manera poco convencional que le permite reflejar una situación histórica muy particular. Pese a que los grandes nombres de la Revolución aparecen como personajes secundarios, Ferrer Casas no busca una recreación histórica clásica. A la manera de los buenos álbumes históricos francobelgas, la construcción de un buen contexto histórico permite narrar una buena historia y éste es el gran objetivo del autor. En mi opinión, lo ha conseguido con creces.

PD: os dejo con una entrevista a Errol Flynn en que relata sus vivencias en Cuba.

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