El piano oriental, de Zeina Abirached (Salamandra Graphic)
Zeina Abirached nació en Beirut en 1981, en plena guerra civil libanesa. Relató sus vivencias durante el conflicto en El juego de las golondrinas, cuya publicación provocó multitud de comparaciones con la iraní Marjane Satrapi. En 2004 se trasladó a París – donde reside actualmente – aunque con frecuencia vuelve a su país natal. Su obra siempre ha estado marcada por las relaciones entre Oriente y Occidente y en El piano oriental lleva esta dialéctica a un nivel superior. Su identidad dual, junto con la música, es la gran protagonista del cómic.
La obra de Abirached está estructurada en forma de dos relatos paralelos: por un lado, la historia de Abdallah Kamanja, inspirado en su bisabuelo Abdallah Chahine, en el Beirut de los años 50; y por el otro, la experiencia de la propia dibujante con sus recuerdos infantiles y la conformación de su identidad a caballo entre París y la capital libanesa. Las conexiones y los cruces entre ambas lineas argumentales son constantes y tras acabar la lectura reconoces que ambas historias son lo mismo: un alegato en defensa de la multiculturalidad y de las identidades cruzadas y difusas. Oriente y Occidente son construcciones culturales, estereotipos en los que Zeina Abirached no encaja.
El bisabuelo de la dibujante se definía a sí mismo como inventor. A pesar de trabajar en una oficina, su verdadera pasión era la música, concretamente el piano. Se dedicaba a afinar los pianos que había en Beirut y de esta manera tuvo una idea: crear un piano capaz de unir la música oriental con la occidental. Los pianos occidentales tenían una separación mínima entre sus teclas de medio tono, mientras que la música oriental posee intervalos de un cuarto de tono, hecho que las hacía incompatibles. Tras un arduo trabajo durante varios años, Abdallah encontró la solución técnica y creó el primer – y único – piano oriental.
Abdallah escribió a los fabricantes de pianos Hoffman, quienes se mostraron muy interesados en su creación y lo invitaron a visitarlos a Viena. Allí llegó el inventor libanés junto con su amigo Víctor, una persona realmente peculiar, y su piano. Los austríacos se quedaron embelesados ante el despliegue del bisabuelo de Abirached y le ofrecieron un contrato. La única condición para fabricar su instrumento en serie fue que Abdallah tenía que conseguir cien pedidos, algo que acabó resultando imposible. Difícil encontrar una metáfora más acertada sobre las relaciones entre Oriente y Occidente.
Al mismo tiempo que vemos las peripecias de su bisabuelo, la dibujante nos habla de sí misma. Su difícil relación con la lengua árabe, que a pesar de ser su idioma materno le trae recuerdos negativos, centra la parte dedicada a su primera infancia. Posteriormente, somos testigos de su acercamiento al francés y de la consolidación de este idioma al mismo nivel que el materno. La conciencia bilingüe de Abirached, mitad francófona mitad arabófona, refleja un vínculo directo con el invento de su antepasado.
El apartado gráfico del cómic es absolutamente brillante. Como en obras anteriores, la autora franco-libanesa utiliza con maestría el blanco y negro, pero en El piano oriental es el negro el que posee una mayor carga expresiva y narrativa. La dibujante consigue crear unos personajes muy elocuentes a pesar de estar construidos con unos rasgos aparentemene sencillos. Beirut, escenario de buena parte de la trama, está perfectamente reflejada y aunque el realismo no es una de las prioridades de la autora, el cómic nos traslada con acierto a la capital libanesa de antes de la guerra civil.
El nivel global es altísimo, pero lo que hace especial a este cómic es la conexión entre dibujo y música. Abirached puso todo su empeño en trasladar el lenguaje musical al lenguaje del cómic y para ello utilizó todo tipo de recursos: onomatopeyas que conforman secuencias rítmicas, uso del blanco y negro para diferenciar las notas orientales de las occidentales, composiciones de página que siguen líneas melódicas, una doble página desplegable absolutamente maravillosa para mostrar el teclado del piano y la unión de ambas músicas… Imposible enumerar todas las formas en que la franco-libanesa demuestra su talento.Con El piano oriental estamos ante una obra que muestra la gran evolución de Zeina Abirached. A lo largo de las viñetas queda patente la gran reflexión que esconde cada una de las decisiones gráficas de la autora. Como sucede con las grandes historias, este es un cómic muy personal que al mismo tiempo relata una historia universal. El cómic, una vez más, demuestra que es capaz de tratar con acierto cualquier temática, por compleja que esta sea.
PD: Por si tenéis curiosidad os dejo con una grabación de Abdallah Chahine, el auténtico bisabuelo de Zeina Abirached, tocando su piano.