¡GARCÍA! 2, de Santiago García y Luis Bustos (Astiberri)
Tras el intenso primer volumen de ¡GARCÍA!, mis expectativas respecto al segundo eran muy elevadas, pero Santiago García y Luis Bustos han estado claramente a la altura. La historia del superagente secreto franquista en una España muy parecida a la actual ha mantenido un nivel altísimo y el segundo tomo es un in crescendo imparable que culmina con un gran final. La acción, los giros dramáticos y el humor tienen una gran presencia; pero además, como ya vimos en la primera parte, los autores han conseguido abrir multitud de caminos a la reflexión.
Antonia, la joven periodista, y García, del que seguimos sin conocer su nombre, mantienen el protagonismo del relato, aunque la trama gana en complejidad. El contraste entre la España franquista y una España inspirada en el presente sigue en el meollo de la acción y permite ir conociendo mejor a alguien tan enigmático como García. Su visión del mundo, anclada en los años sesenta, es obligada a convivir con los referentes actuales y esto genera conflictos y situaciones en las que los autores dan lo mejor de sí mismos. Una buena muestra es la desternillante boda a la que García asiste con Antonia, ya que sus convicciones son golpeadas duramente y somos testigos de como el protagonista va evolucionando, aunque sea a marchas forzadas.
El papel de Antonia en este segundo volumen gana en profundidad. Ya no es solo una joven aprendiz de periodista, ahora es una auténtica mujer de acción. Ya no necesita que alguien – casi siempre un hombre – le diga qué debe o qué puede hacer, es ella la que coge las riendas de su vida y la que actúa en cada momento según su criterio. Su relación con el agente García también va creciendo y ambos descubren que tienen muchas cosas en común, pese a las diferencias de edad, de género o de ideología. Por encima de todas ellas está su integridad, que los aleja de la mayoría de personajes de la obra.
Este segundo tomo del cómic vuelve a estar lleno de guiños a la actualidad. La situación política es tremendamente complicada, el descontento de la gente se hace cada vez más evidente y los poderes fácticos están dispuestos a intervenir para favorecer sus intereses particulares. La expresión cloacas del Estado adquiere todo su significado en las páginas del cómic. Los servicios secretos, los medios de comunicación, los grupos mafiosos y algunos políticos corrupctos – ay, la omnipresente corrupción – dirigen el destino del país y solo García y Antonia conocen la verdad y tratan de combatirla.
Al mismo tiempo que transcurre la trepidante acción, García – y nosotros, lectores, junto a él – va descubriendo su pasado. Personajes oscuros, traiciones y cuarenta años de criogenización que poco a poco van encajando como las piezas de un puzzle. La construcción narrativa del relato es fantástica, solo hay que fijarse en el inicio del cómic, con el encadenamiento de diversos flashbacks, cada vez más alejados del presente, y que sirven a García y Bustos para volver a situarnos en la trama y para aumentar nuestro deseo de saber qué está pasando.
La lectura es vertiginosa y es recomendable una relectura para poder valorar los numerosos detalles. Uno de mis favoritos es la secuencia de la persecución, que mientras permite demostrar el dinamismo del dibujo de Luis Bustos, consigue llevarnos a la carcajada con el prototipo y los muy alejados referentes culturales de García y Antonia. La recreación del Valle de los Caídos, que gana en presencia en este volumen o las intervenciones fortuitas de un policía municipal, que se va haciendo imprescindible, son otros elementos a los que prestar atención.
El apartado gráfico vuelve a estar a un altísimo nivel. Luis Bustos se desata y su blanco y negro consigue atraparnos de nuevo. La mencionada escena de la persecución sirve como ejemplo del dinamismo del que consigue dotar a sus dibujos el dibujante madrileño. Los escenarios, los ambientes y los personajes, siempre con esa fuerza tan características de Bustos, están muy bien construidos y son muy expresivos. Con momentos para el lucimiento – algunas dobles páginas y algunas composiciones de página son espectaculares -, pero siempre consiguiendo que el cómic funcione, vale la pena leer con detenimiento y fijarse en los detallas más nimios, ya que nada es casual.
La distinción clásica entre guionista y dibujante pierde sentido en este caso, como en el resto de obras de Santiago García, y es imposible saber quién es responsable de cada giro argumental o de cada solución gráfica, así que ambos autores han conseguido realizar uno de sus mejores trabajos. Ahora solo nos queda esperar a que Bustos y García se decidan a crear más historias de García, el superhéroe español de nuestro tiempo. Estoy convencido que la España de 2016 es una fuente de inspiración inagotable y que no tardaremos en poder disfrutar de nuevas aventuras.
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