Tocadiscos, de Zidrou y Beuchot (Norma Editorial)
Tocadiscos es la segunda entrega de la trilogía africana que están llevando a cabo el guionista Zidrou y el dibujante Raphaël Beuchot. En la primera, El cuentacuentos, ambos nos trasladaban a un entorno africano imaginario en el que asistíamos a un homenaje a los griots – contadores de historias -. En esta ocasión, el contexto está muy claro, ya que la acción se sitúa en 1930 y transcurre entre Bruselas y el Congo Belga.
El protagonista del cómic es Eugène Ysaÿe, un vetereno violinista al que un compromiso familiar lleva a Léopoldville – actual Kinshasa -, la capital de la colonia belga del Congo. Una vez allí, conoce a Tocadiscos, un criado africano que se encarga de manejar el tocadiscos de 78 revoluciones que posee la familia de Ysaÿe. Las diferencias entre ellos, entre Europa y África, y su descubrimiento y conocimiento mutuos son el eje de la narración. Como en otras obras de Zidrou, los momentos oníricos y la creación de ambientes intimistas tienen un gran peso en el relato.
Aunque el objetivo de la obra no es presentar en profundidad el contexto histórico, hay muchos elementos que nos permiten acercarnos a una época realmente interesante. En 1930 Bélgica celebraba el centenario de su independencia. Era un momento de esplendor. Atrás habían quedado las atrocidades cometidas por Leopoldo II en su filantrópica misión en el Estado Libre del Congo (se calcula que murieron entre 6 y 10 millones de personas) y los horrores de la Primera Guerra Mundial. El imperialismo europeo regía triunfante los destinos de la mayoría de la población del planeta e incluso un país tan pequeño como Bélgica podía controlar un territorio tan extenso y tan rico en recursos como el Congo.
La obra de Zidrou y Beuchot, pese a no profundizar en el tema, muestra la férrea división social que habían impuesto los colonizadores. Los europeos podían llevar una vida llena de lujos en el exótico – uno de tantos tópicos – continente africano, mientras la población africana sostenía todo el sistema mediante su trabajo en condiciones muy precarias y sufriendo constantes injusticias. Las excusas del progreso y la evangelización, en 1930, ya habían quedado en desuso y todo el mundo tenía claro que el objetivo de la colonización era la explotación económica de la población y de los recursos naturales de África.
La separación entre población africana y población europea, a pesar de no llegar a los niveles de crueldad del apartheid sudafricano, era un imperativo legal. No obstante, como nos permite vislumbrar el cómic, esta estricta separación en la práctica no siempre era seguida al pie de la letra. Otros temas de interés son esbozados también por Zidrou y Beuchot, aunque la brevedad de la obra no permite desarrollarlos: los estereotipos que tenían los europeos sobre África y los africanos; los cambios en la vida cotidiana de la población local en solo una o dos generaciones o la difícil convivencia entre tradición y modernidad.
La sensible mirada de Eugène Ysaÿe nos permite descubrir la fascinación que muchos occidentales de la época sintieron por África. La fauna y la vegetación, el clima, el peso de la oralidad y la tradición son aspectos que Ysaÿe va descubriendo a medida que avanza la trama. Su relación con Tocadiscos va evolucionando y poco a poco empieza a ser consciente de lo mucho que tienen en común. La música, parte esencial del cómic, es el nexo de unión entre ellos y se convierte en un lenguaje que trasciende sus diferencias.
A nivel gráfico, Tocadiscos se mantiene fiel a la linea iniciada con El cuentacuentos. La linea clara nos remite a la tradición francobelga, aunque es el color el aspecto central del cómic. La paleta de Beuchot, aunque es totalmente diferente para la parte del relato que transcurre en Bruselas, está llena de colores cálidos. La luz es omnipresente y el contraste entre ambos escenarios es marcadísimo. Uno de los recursos más interesantes es el uso de figuras de aires dalinianos para representar los sueños de Ysaÿe. Por último, son muy destacbles las dobles páginas dibujadas por Beuchot, que además de ser de gran belleza, sirven como inicio y final de las diversas partes de la obra.
En resumen, Tocadiscos es un cómic notable. La sensibilidad de Zidrou y el dibujo de Bechot se vuelven a combinar a la perfección y crean otra pequeña joya. A nivel histórico es más lo que sugiere que lo que explica, pero su lectura es muy atractiva y permite tener un contacto inicial, y suave, con algunos de los hechos más terribles de la época contemporánea.
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