Kafka, de Robert Crumb y David Z. Mairowitz (La Cúpula)
Franz Kafka es uno de los más grandes escritores europeos del siglo XX. Su prematura muerte y las múltiples interpretaciones de su obra lo han convertido en un personaje prácticamente mítico. Multitud de académicos han estudiado su literatura y su legado, y muchos son los debates que sus textos han generado.
A primera vista Kafka parece un cómic más, pero la obra de Mairowitz y Crumb no es sólo una novela gráfica, ya que el texto del escritor americano, acompañado por las ilustraciones del padre del Comix, es además un ensayo académico sobre la vida y la obra del escritor checo. La combinación de texto, ilustración y cómic consigue que el conjunto fluya y hace que su lectura sea muy amena.
Kafka fue un judío checo que escribía en alemán y al que le tocó vivir una época muy convulsa: el final del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX. Kafka, por tanto, pasó su infancia y juventud en el Imperio Austrohúngaro; pero falleció – en 1924 – cuando su Praga natal pertenecía a la Checoslovaquia independiente.
La narración de Mairowitz es muy interesante, ya que a los hechos biográficos de Kafka, añade el análisis literario de sus obras más conocidas – La metamorfosis o El proceso, entre otras -. La relación con su familia, especialmente con su padre, tuvo una gran trascendencia en la vida de Franz Kafka, y éste la trasladó a su escritura. Sus miedos, sus complejos y la visión que tenía sobre sí mismo son elementos claves para comprender su obra, y el dibujo de Crumb consigue transmitirlo perfectamente.
El enfoque de Mairowitz y Crumb, como no podía ser de otra manera, muestra un gran sentido del humor, puesto que reivindican la comicidad y la capacidad de autoparodia de algunos de los textos del escritor de Praga. Las numerosas formas en que Kafka imaginó su propia muerte son buen ejemplo de este aspecto poco conocido, que Crumb y Mairowitz amplifican de manera brillante.
Para los no expertos en la obra de Kafka – como es mi caso – los breves cómics sobre sus obras más representativas son especialmente interesantes. De forma resumida, los autores muestran los aspectos esenciales de sus obras más importantes y es un placer poder contemplar como alguien con un mundo creativo tan especial como Robert Crumb se imagina los relatos de Kafka. Además, los análisis de Mairowitz son muy certeros y descifran con brillantez las intenciones ocultas del escritor.
Por último, dos aspectos concretos me han llamado mucho la atención: en primer lugar, la explicación del origen del adejtivo kakfiano, que según Mairowitz, no concuerda con la obra de Kafka. Para el escritor americano el propio Kafka estaría muy descontento con el significado que ha adquirido esta palabra. En segundo lugar, es genial como Crumb refleja la conversión de Kafka en un icono turístico para Praga. Aunque la mayoría de turistas seguramente no hayan leído nada del escritor checo, son multitud los que compran alguno de los recuerdos con su cara. Una gran metáfora de los tiempos que nos han tocado vivir.
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