Los hijos de octubre, de Nikolai Maslov (Norma Editorial)
La escena del cómic en Rusia es muy minoritaria y para mí es totalmente desconocida. Como la historia de Europa del Este me interesa mucho, cuando en La novela gráfica, el brillante ensayo de Santiago García, leí que existía un autor ruso que se llamaba Nikolai Maslov, intenté hacerme con alguna de sus obras. Al que pude acceder fue Los hijos de octubre y lo que me encontré me pareció muy interesante.
Maslov, nacido en Siberia, trabajaba en Moscú como vigilante nocturno. En sus largas horas de aburrimiento, empezó a dibujar pequeñas historias con tintes autobiográficos. Cuando tenía algunas páginas dibujadas y un proyecto, se las llevó a Emmanuel Durand, el editor de Astérix en ruso y dueño de la librería especializada en cómic y literatura francesa Pangloss. Maslov le pidió 200$ al mes, el sueldo que ganaba como vigilante, para poder dejar su trabajo y dedicarse completamente a explicar sus historias a través del cómic. Durand confío en él, y el resultado fue Une jeunesse Soviétique, su primera novela gráfica. Ante el éxito en el mercado francés, Durand volvió a apostar por Maslov, y posteriormente publicó Los hijos de octubre, que Norma publicó en 2009 en su colección Graphic Journal, que une periodismo y cómic.
Los hijos de octubre es un compendio de ocho historias cortas que reflejan diversos aspectos de la vida cotidiana en la URSS de los años 80 y la nueva Rusia independiente de los años 90. Maslov, que creció en Siberia y después se trasladó a Moscú tras realizar el servicio militar en Mongolia, refleja la realidad de la cara B de Rusia. La crudeza del clima y el aislamiento geográfico hacen que la vida en Siberia sea tremendamente dura.
Maslov trata con sutileza y realismo diversos aspectos que tienen gran incidencia en la vida de sus compatriotas y que en el pasado le afectaron directamente a él: el alcoholismo, con el desmedido consumo de vodka presente en la mayoría de las historias, especialmente en «Un hijo»; el abandono por parte del Estado de los territorios más alejados de Moscú y de la gente que vive en ellos; la inexistencia de oportunidades; el contraste entre lo urbano y lo rural y un sinfín de temas más.
El dibujo de Maslov, alejado de las corrientes más vanguardistas del cómic, consigue transmitir la sensación de desamparo y se adapta perfectamente a la lúcida tristeza de las historias. Los textos son muy breves, y en ocasiones, prácticamente inexistentes. Aún así, Maslov retrata con gran precisión la desazón de los protagonistas y la sensación de fracaso y la imposibilidad de escapar de él. Es un cómic para leer despacio, prestando atención a los detalles y a las atmósferas, y que nos acerca a como perciben su realidad buena parte de la población rusa, muy alejada de los oligarcas que compran equipos de fútbol y de las grandes decisiones geopolíticas.
Por último, la cuidada edición de Norma incluye tres textos muy interesantes. La introducción, a cargo de José A. Zorrilla, escritor y director de cine y ex-diplomático en Moscú, que enlaza la obra de Maslov con la gran literatura rusa y su descripción del alma rusa. Una vez finalizado el cómic, el periodista Rafael Poch, corresponsal de La Vanguardia en Moscú entre 1988 y 2002, escribe un texto biográfico sobre Maslov y conecta la vida del autor con los grandes periodos de la historia de la URSS. Por último, el escritor y guionista Emmanuel Carrère, francés de madre rusa, reflexiona sobre Rusia, sobre su experiencia en Kotelnitch para realizar un documental sobre sus orígenes y sobre el mundo del cómic en Rusia.
Si buscáis un cómic de acción, Los hijos de octubre no es una buena opción; pero si queréis conocer la realidad de esa Rusia que no aparece en los informativos y si buscáis leer un cómic diferente a los más habituales en nuestro entorno, os invito a acercaros a esta obra; seguro que descubriréis muchos elementos interesantes.
Deja tu comentario